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Las conductas de consumo de sustancias o sin sustancias suelen comenzar como experiencias placenteras: desinhibición, experimentar sensaciones intensas, conseguir la sensación de cercanía interpersonal. Cuando ésta búsqueda ha alcanzado un carácter regulador, de alivio psíquico y adaptativo ya se habrá pasado al terreno de la adicción.
Una de las preguntas, en el caso de la adicción, más recurrentes en consulta de nuestros pacientes, que sufren por su enfermedad es:
“Por qué yo he desarrollado una adicción y otros que también salieron de fiesta y probaron drogas o jugaron a la Play Station no?
De todos es sabida la respuesta basada en el modelo bio-psico- social, la cual es sustancial y científica pero a veces queda distante y poco personalizada si no se profundiza en la dimensión psico- social.
Es necesario comprender y saber tratar la tendencia a la disregulación gestada desde el estilo de apego desarrollado durante la historia experiencial y relacional de la persona y desensibilizar esas memorias que apoyan la identidad asociada a “sentir/se”, la necesidad de validación insaciable, el ser silenciados, calmados o potencian la evitatividad ante las emociones, situaciones y /o conflictos.
Cambiar la experiencia no es posible en absoluto pero puede reprocesarse y desensibilizarse.
Asumimos el reto de un abordaje que se sumerge en el camino que entiende y alivia la necesidad de regulación; también es bueno abrirnos como terapeutas a sanear la propia historia psicotraumatizante que el consumo activo o el trastorno emocional vino a reforzar: “yo no sé sostenerme en este estado”.
El abordaje de las adicciones y/o el trastorno emocional a nivel profundo ha de estar vinculado a la comprensión y el saber tratar el estilo de apego seguro/inseguro/desorganizado, ambivalente que pueda tener la persona que sufre.
Éstos y otros horizontes nos ocupan para dar esperanza a la necesidad más básica del ser humano: “sentirnos seguros”