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El estrés crónico puede relacionarse con una mayor riesgo de adicciones

El estrés crónico puede conducir a la larga al padecimiento de una depresión y favorecer el desarrollo de adicciones.

Las enfermedades psicosomáticas producto del estrés son frecuentes en personas de carácter perfeccionista, responsables, autoexigentes, competitivas, que en general tienden a hacer depender el prestigio personal de la realización perfecta de las tareas.

Con el paso del tiempo, la resistencia al esfuerzo de manera sostenida flaquea, y desde el punto de vista afectivo, el cansancio empieza a manifestarse como una “menor atracción afectiva” por las cosas agradables, que  finalmente se traduce en una especie de “anestesia de la afectividad”, en estos casos  aparece una dificultad persistente para disfrutar y relajarse.

Ese mismo cansancio puede conducir entonces a la búsqueda de gratificación inmediata, y es aquí donde suelen aparecer los trastornos adictivos: el consumo excesivo de analgésicos, el juego, las compras compulsivas, trastornos de la alimentación o problemas con el consumo de otras sustancias.

La pérdida de la capacidad para disfrtutar de actividades sanas, incluso de aquellas que antes resultaban gratas, genera ahora frustración que a su vez se trata de contrarrestar con fórmulas de evasión poco gratificantes a largo plazo.

Es importante realizar actividades que promuevan emociones positivas y neutralicen las negativas. El ejercicio físico, el cine, las excusiones, los viajes, la jardinería ayudan a liberar el estrés.

Sin embargo, muchas veces incluso estas actividades resultan agotadoras. En estas situaciones es mejor no forzarse y dejar de hacer lo que cansa para esperar que vaya apareciendo la energía física o psíquica que permita llevar a cabo lo que hace disfrutar y descansar.

Es necesario aprender a delegar y aceptar con buen humor el fracaso y la frustración. Equilibrar de alguna manera los afectos y el descanso con las exigencias y ambiciones personales.

El desarrollo insuficiente de la afectividad genera personalidades inmaduras (neuróticas, en términos psicológicos), condenadas a padecer cierto grado de angustia existencial, y para las que es difícil conseguir la felicidad.


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