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El pasado 5 de junio se publicaba en EL PAÍS una noticia sobre la propuesta de ley que pretende multar a los padres que no impidan que sus hijos se emborrachen y que acudan reiteradamente a urgencias intoxicados o en coma etílico. Pretenden penalizar la falta de diligencia en la tutela que los padres demuestran.
Esta ley permite considerar a los padres como tutelares excesivamente tolerantes o incluso que favorecen estos excesos al no actuar. En donde se pretende penalizar la pasividad de los tutelares, ya que su conducta se considera una forma de maltrato dado que el alcohol causa un deterioro neuronal a los menores.
Fuentes de Sanidad plantean con cautela que los médicos denuncien a las fuerzas de seguridad cada intoxicación etílica que traten en urgencias (como ya hacen en los casos de violencia doméstica o de género), y que sean los agentes los que lleven la cuenta para imponer posteriormente a los padres las correspondientes sanciones económicas.
Desde el punto de vista de los expertos, afirma la noticia, esta medida probablemente sea inefectiva porque:
1) Habitualmente casi no hay casos de menores que repitan intoxicaciones etílicas graves. Generalmente quienes reinciden son los dependientes al alcohol.
2) Ningún estudio afirma que las multas reduzcan la incidencia de la reincidencia en las intoxicaciones.
3) No se dispone de mecanismos (historia clínica digital) para detectar si un adolescente ha vuelto al hospital por beber demasiado.
4) Según la Ley de Autonomía del Paciente, no es necesario informar a los padres del ingreso hospitalario de un paciente de 16 a 18 años a no ser que el menor se haya puesto en grave riesgo. Si varios casos de intoxicación grave proceden de un mismo lugar o fiesta sí que se da parte a la policía y/o al juzgado ( mayoría de edad sanitaria en los 16 años ).
5) Para evitar la sanción, los adolescentes podrían dejar de acudir a los centros hospitalarios poniendo en riesgo su salud.
Desde el punto de vista del Centro Bonanova, cuando aparecen casos de abuso de alcohol se debe trabajar la conciencia del individuo sobre las consecuencias de ese consumo, la responsabilidad y dotarle tanto de mecanismos de autocontrol como de asertividad para aprender a decir “no” a las ofertas de tóxicos de sus compañeros. En nuestro centro se trabaja también con los familiares de estos adolescentes que tienden a minimizar sus episodios de consumo amparándose en “todo el mundo lo hace”.
El CRAFT es una parte de un programa de alcohol destinado a los familiares significativos para el paciente (padres, parejas, etc) con el fin de promover habilidades que potencien el bienestar tanto del paciente como del propio familiar (que también se ve afectado por los excesos del paciente) y lograr que el sujeto tome conciencia y se mantenga en el tratamiento que le ayude a lograr sus objetivos de salud.