Más información Telf. 93 201 98 56
Juego patológico, adicción al trabajo, compras compulsivas, adicción a Internet y adicción al sexo preocupan a ante el continuo aumento de su incidencia. Dentro de todas estas adicciones sin sustancia, la gran desconocida es la adicción al sexo, también llamada hipersexualidad o satiriasis. La inclusión de este trastorno en los manuales de diagnóstico de psiquiatría se recoge solo recientemente bajo la denominación clínica de trastorno de la hipersexualidad y se enmarca dentro de los trastornos obsesivo compulsivos, es decir que hay una incapacidad para controlar los pensamientos y/o los actos repetitivos.
Las adicciones sin sustancia y las químicas (drogodependencias), presentan un perfil clínico y enfoque terapéutico similares. El paciente con este tipo de patologías requiere de mayores estímulos para saciar su creciente necesidad. Como sucede con las adicciones, la calma lograda por el objeto de la dependencia sólo es momentánea; inmediatamente regresa el vacío generándose un ciclo autodestructivo del que es muy complicado salir.
Los adictos al sexo son grandes consumidores de pornografía en todas sus variantes, recurren compulsivamente a la masturbación así como a continuas citas de una sola noche, bien sea con conocidos o mediante la prostitución, o a través del cibersexo.
Suele ser la norma -mas no se puede descartar su aparición aislada- que esta patología se encuentre asociada a otras dependencias. Dentro de las asociaciones con dependencias químicas el ejemplo más frecuente es la cocaína. La asociación a otras dependencias sin sustancias, por ejemplo con la ludopatía, también es bastante habitual.
El proceso por el cual una persona desarrolla este tipo de patologías es siempre una interacción de factores relativos al objeto de la adicción (cualquiera sea esta), las características de la persona que la hacen vulnerable y al entorno social.
Generalmente transcurren varios años desde que aparecen los primeros síntomas hasta que se realiza el diagnóstico porque el paciente no suele tener conciencia de enfermedad y los familiares pueden tardar en darse cuenta de la situación.
El tratamiento se debe personalizar en función del entorno y de la comorbilidad psiquiátrica que suele ser frecuente. Es de vital importancia la entrevista clínica y el acuerdo terapéutico. Al comienzo del tratamiento, el paciente puede negar su problema o no reconocer la gravedad del mismo, pero una vez que se consigue que el paciente se implique en el tratamiento el pronostico suele ser bastante alentador.